Latin

Comentarios a las Physiognomica de Aristóteles,
elaborados

por Camillo Baldi,

profesor de filosofía ordinaria en su patria universidad de Bolonia.
obra colmada de múltiples saberes, útil y grata
a fisiólogos, médicos y políticos por igual,
editada por vez primera a cargo y cuenta de

Girolamo Tamburini

para el serenísimo príncipe

Fernando Gonzaga,

duque de Mantua y Monteferrato.


Bolonia, imprenta de Sebastianus Bonomius,
con permiso de las autoridades.
1621

Al serenísimo Fernando Gonzaga, duque de Mantua y Monteferrato.

Nada creo más conveniente al Príncipe devoto de la sabiduría y nacido para el esforzado gobierno, oh augustísimo príncipe, que conocer cuanto pueda conducir al cultivo, confirmación y ampliación de la ciencia. Y como el saber consiste precisamente en poder resultar útil, a uno mismo y a sus allegados, y en distinguir con acierto a quienes son dignos de confianza y a quienes no lo son, en verdad serán ornato propio del príncipe consumado y de egregia sensatez los instrumentos que tal cosa permitan.

La ciencia de reconocer a los hombres, llamada fisionomía, fue desarrollada por multitud de preclaros y célebres hombres, griegos y latinos. Empero, ninguno de ellos —hasta donde yo sé— demostró sus postulados como suelen hacer los filósofos. Solo uno, Aristóteles, expuso algunos principios, no carentes de razón, y acto seguido los corroboró, apuntando analogías en los cuerpos de los animales y sirviéndose de algunas señales. Su obra, no obstante, se nos ha conservado trágicamente truncada, mútila y sepultada por oscuro hollín; cuando el excelentísimo Camillo Baldi, tras cuarenta y cinco años impartiendo filosofía en su patria Universidad de Bolonia, la vio escuetamente comentada por el Suesano, creyó provechoso intentar arrojar un poco de luz sobre aquella oscuridad y, ante la vehemente insistencia de muchos discípulos y amigos, elaboró estos Comentarios. Cuando por fortuna cayeron en mis manos, decidí hacerlos imprimir y, a la hora de dedicarlos, a nadie juzgué más digno de ellos que a ti, serenísimo duque.

Ya lo creo que sí, pues no hay príncipe en vida que aventaje, o iguale al menos, tu conocimiento de lo divino y humano. Solo una cosa ilustra la calidad y el alcance de tu valía en cada uno de estos campos, y es que la práctica totalidad de los escritores de estos tiempos te consagra sus creaciones a ti, cual benefactor de las ciencias y numen de las más depuradas letras, temerosos y fervientes admiradores de tu juicio, una piedra de toque, excelso y casi divino.

Por todo ello, juiciosísimo Príncipe, a ti eran debidos estos preceptos fisionómicos de Aristóteles, y tras de ti andaban. Así pues, a tu muy augusto Nombre los ofrezco y dedico, para demostrarte y declararte así, del único modo de que al menos soy capaz, mi suma reverencia y mi respeto. Si encontrasen en ti benévola acogida, vería mis esfuerzos riquísimamente recompensados.

Vale, caudillo y orgullo de las artes liberales, óptimo duque; y vale por siempre, gloria y medra de Italia.


Bolonia, a siete de enero de 1621.
De tu celsitud fidelísimo vasallo y servidor, Girolamo Tamburini.
Al mismo serenísimo

No porque desciendas de reyes coronados de lirios
 Y brille el regio escudo sobre el sagrado trono.

Ni porque otrora sometiesen vuestros haces la provincia
 En la que el Sena mezcla las puras aguas del Marne,

Ni porque tu estirpe alcance a los reyes de Jerusalén,
 Quienes con pía mano libraron tan sagradas guerras;

Ni porque bajo vuestro dominio naciera Matilde,
 según parece, y arrastre esta un linaje de célebre sangre;

Ni porque, agitando Marte externo el orbe ausonio
 Y reuniendo en la doliente Parténope a los generales latinos,

Guiase Francisco Gonzaga las cohortes aliadas:
 Lo sabe el Taro y, depuestas las águilas, Novara blindada;

Ni porque ve ceñirse tan gran cantidad de próceres
 E impartir justicia con mano justa y venerable

Te dedica Tamburini estos preclaros volúmenes
 De Baldi, docta obra del oficio filosófico;

Sino porque, como Europa se extiende por el ancho orbe,
 Así extiende tu nombre la cándida Fama extiende;

Porque no hay príncipe más ilustre en nuestro tiempo,
 Que con mejor ingenio venere a las Musas;

Porque tus bienes están reservados a todos los doctos,
 Porque Apolo, gracias a ti, no pasa hambre;

Porque se dice que eres mecenas de todos los hombres,
 Y no hay hecho que por su peso no caiga sin razón.

Mantua, en otro tiempo, fue famosa por el andino Marón:
 Ahora Mantua, ella sola, da cobijo a todos los doctos.

«Considero que esta obra fisionómica del excelentísiimo Camillo Baldi puede imprimirse.»


Fr. Daniello Mallonio en nombre de la Curia arzobispal de Bolonia.

«He leído con detenimiento el comentario a la Fisionomía de Aristóteles del excelentísimo señor don Camillo Baldi, natural de Bolonia, y no habiendo encontrado nada discorde con la fe católica o contrario a la común doctrina de los Santos Padres, nada inapropiado para las pías costumbres de los fieles o las reglas del índice sobre la impresión de libros prohibidos, bien al contrario, una lectura adecuada para hombres doctos y, especialmente, filósofos, lo alabo y lo apruebo, y concedo facultad de que se imprima.»


Fr. Giovanni Vincenzo Regatia da Tabia, profesor de Teología sagrada y Vicario General del Santo Oficio en Bolonia.

«He visto y examinado con mucho detenimiento las muy sutiles y doctas notas del excelentísimo doctor Camillo Baldi a los libros aristotélicos de la Fisionomía, y como las he juzgado libres de toda sospecha de error, es más, útiles para que todos los mortales puedan vivir más cautamente y evitar cualquier propensión al mal que en ellos pudiese aparecer mediante algunas señales, he concedido la potestad de imprimirlas. Imprímanse, pues.»


Fr. Girolamo Onofrio, doctor Teólogo colegiado en Bolonia y Lector público y Consultor de la Santísima Inquisición en la misma ciudad. En nombre del reverendísimo P. inquisidor de Bolonia, el maestro Paolo Garrexio.
Prefacio a las Fisionómicas de Aristóteles

Los historiadores suelen ofrecer a ojos de los lectores un plano de las regiones, ríos, mares y montañas que han de mencionar en sus historias; así, también yo he creído oportuno elaborar un resumen todo el trabajo, que permita al lector contemplar, de un simple vistazo, los contenidos de estos folios, de modo que, si encontrase un momento que dedicar a su lectura, más fácilmente pudiese comprender lo escrito.

Sépase, pues, que este trabajo está dividido en tres partes. La primera, que vendrá enseguida, estudia las máximas fisionómicas de Aristóteles y su acierto, e investiga las causas de su acierto.

Se sigue la segunda, que enseña a indagar tanto las complexiones como las disposiciones, inclinaciones y costumbres privadas que nacen de aquellas, y así poder conocer con probabilidad la condición y el tipo de vida de un individuo; las artes o ciencias que domina; las personas quetrata, frecuenta y apoya; el tipo de enfermedades al que es más propenso, y así, sin venir a cuestionar el libre albedrío, poder pronunciarnos a propósito de cada contingencia futura que nos concierna, y ello más rápido y con mejor fundamento que los astrólogos. El lector no pondrá pegas a lo anterior, siempre y cuando no rechace esta lógica disciplina antes de haberla comprendido.

Estas inclinaciones del alma interior son como algunos sirvientes: de no tenerlos a nuestro mando, estaríamos inmaculados y libres de las más grandes tachas; son como esos enemigos con quienes libramos lucha continua: de no existir, no lucharíamos y, al no luchar, no habría motivo para coronarnos. Bienaventurado, pues, quien golpea a estos pequeñuelos contra la piedra de la recta razón, pues siguiendo la razón encontrará la felicidad.

La tercera parte, al fin, nos enseñará el modo de pescar y capturar al hombre que hayamos identificado, de mantenerlo cautivo y de sacar provecho de las obras y acciones que emprende de buen grado y feliz, de sus consejos y, en verdad, de cuanto tenga útil y de valor. Así como no hay caza ni pesquisa más difícil que esta, tampoco la hay más útil. Dice el Señor: Venid tras de mí: os haré pescadores de hombres.

Además, la vida humana es como una vela encendida: por tanto, si se puede calcular el tiempo que ha de durar encendida una linterna según la cantidad, la cualidad y la luz de la llama, de la cera y del sebo, también se puede presagiar la longitud de nuestra vida natural a juzgar por la particular disposición de la sustancia, la cantidad y la cualidad del calor y de la humedad natural, y es que sea como sea el humor natural que conserva el calor, no puede hacer que la vida se prolongue más allá de punto determinado.

[Propósito]

El propósito de Aristóteles en este libro es considerar de manera natural y según su apariencia algunas señales que se dejan ver en el cuerpo humano, mediante las cuales es posible conocer con probabilidad las inclinaciones y disposiciones del alma humana.

[Qué es la fisionomía]

Así pues, la fisionomía será, como su nombre indica, el reconocimiento de la naturaleza. Referida en particular al hombre, digamos que es el reconocimiento de la naturaleza humana, es decir de las propensiones del alma del hombre (pues el alma es apariencia, y la apariencia naturaleza), mediante señales externas y patentes a los sentidos.

[Materia del libro]

En efecto, la materia sobre la que versa esta disciplina son los accidentes naturales del cuerpo humano, esto es, los que existen no por una causa externa, sino por una fuerza formadora y por un principio interno.

[Motivación y utilidad del propósito]

El fin de este estudio es, ante todo, conocer la naturaleza y las propensiones del alma mediante estas señales, luego es evidente que esta disciplina no solo servirá a la medicina, sino también a cualquier aspecto de la vida activa y civil, pues nos será de inaudita utilidad reconocer a aquellos con quienes hayamos de tratar, para que no nos den gato por liebre.

[Título]

El librito se titula fisionómicas. Del mismo modo que hablamos de colección poética, cuando lo que se reúne son preceptos que conciernen a la poética, o hablamos de preceptos poéticos, hablaremos de enseñanzas fisionómicas.

[Quién es el autor]

Lo cierto es que el tratamiento que se les da no deja sentir el ínclito orden aristotélico, de ahí que algunos hayan puesto en duda que se trate de un libro genuinamente aristotélico; incluso algunos lo atribuyeron a un tal Loxo, como también opinaba Pendasio. Ciertamente, nos consta por Diógenes de Laercio que Aristóteles escribió sobre estas cosas y, a juzgar por lo que se contiene en el libro De la historia de los animales, parece que no rechazó esta disciplina, pues allí se leen de pasada muchas cosas incluidas en este librillo.

[A qué rama de la filosofía concierne]

El propio título deja claro que concierne al filósofo natural, pues se trata de un estudio de la naturaleza humana, de su principio, del que dependen las operaciones humanas como de una primera causa eficiente. Siendo muchas las partes de la ciencia que llaman fisiología, esta se refiere especialmente a la rama que trata de los animales, y que contempla las pasiones propias de los animales; y de entre los animales, las del propio hombre. Y aunque en este librito se explique más bien lo que hay antes que el porqué, la disciplina no es sencillamente histórica, sino que se aducen argumentos a posteriori y se confirma lo dicho por analogía.

[Qué lugar ha de concedérsele]

Así pues, este tratado habrá de abordarse como suplemento tras el estudio de los libros popularmente conocidos como Parva naturalia. Una vez reconocidos los accidentes universales de una especie, será razonable descender a los propios de cada especie y, especialmente, contemplar la naturaleza, las pasiones y las propensiones de un animal, que es el hombre, al igual que en los libros del De anima se dedicó gran parte a lo relativo al alma humana, que es la mente.

[División del libro]

Este librito se divide en tres partes.

[Primera parte]

Una contiene cuatro capítulos: el primero enseña que la fisionomía es una disciplina racional; en el segundo dice que también los antiguos hablaron de ella, pero de modo imperfecto, pues —como dirá— no emplearon o no conocieron el método por contrarios y el método silogístico; en el tercero explica qué es la fisionomía y enumera algunos de los lugares comunes por los que procede; y en el cuarto capítulo trata por encima qué significan.

[Segunda parte]

En la segunda parte, que se compone de los capítulos quinto y sexto, hace dos cosas: en el quinto explica que esta disciplina no es necesaria, y que no ha de confiarse ciegamente en cada señal, sino que algunas son más certeras que otras, que algunas son propias de todo el cuerpo y otras solo de las partes; en el capítulo sexto enumera las inclinaciones a las que suelen acompañar las principales cualidades y accidentes del cuerpo, para que podamos convencernos de que los individuos en los que existen unas inclinaciones y unas costumbres del espíritu determinadas existen también, por regla general, unas determinadas cualidades del cuerpo, de modo que también se pueda revertir esta proposición y decir: «quien posee tales señales cuerpo probablemente tenga también tales cualidades del espíritu», que es en lo que consiste la esencia más pura de esta disciplina.

[Tercera parte]

La tercera parte enseña de manera metódica lo mismo que la anterior, pero en sentido contrario, es decir: « quienes poseen tales señales tienen, por regla general, tales pasiones del espíritu », cuya proposición antecedente había sido expuesta en la segunda parte. Esta parte contiene cuatro capítulos: en el séptimo y octavo se expone la contemplación universal de las señales, y también la parte teórica de esta disciplina, por así decirlo, que enseña a identificar las señales y los preceptos requeridos para el estudio que nos ocupa; en los dos capítulos siguientes expone qué es lo que determinan las señales, pasando revista a la práctica totalidad de sus clases, ya sean accidentes de una sola parte, ya del cuerpo humano entero.

[Razón de la disciplina]

El método de demostración se efectúa plenamente a posteriori, partiendo de las señales y de la analogía. Y al apoyarse esta disciplina en dos principios débiles, no podrá deducir nada necesario. Uno de estos principios es la inversión en términos de una proposición universal afirmativa, pues no se sigue que, si todos los tímidos tuviesen los pelos suaves, todos los que tienen pelos suaves hubiesen de ser tímidos. El otro es un principio no menos débil, pues no se sigue decir: «este tiene un rostro similar al de un buey, el buey es lento, luego este es lento», ya que resulta un paralogismo, y hay cuatro términos de los que nada se deduce. Y si dijeses: «todo hombre con un rostro semejante al de un buey es lento», cuando viniese a refutarse, según los principios de esta disciplina no tendrías manera de comprobar la proposición negada, a menos que determinases que la naturaleza, salvo impedimento, actúa siempre de un mismo modo: pero siempre habrá un impedimento, y no te resultará fácil verlo.

[Libertad de albedrío]

Dicho lo cual, queda claro que esto no impone restricción alguna al libre albedrío, y que un individuo no ha de ser necesariamente tímido por tener los pelos suaves.

[Principios de esta disciplina]

Por tanto, me parece posible resumir todo este librito en tres proposiciones, de las cuales una dice así: «el alma y el cuerpo están tan unidos y conectados entre sí que forman por sí mismos una sola cosa, luego las pasiones del alma están ligadas a las pasiones corpóreas, y cada una de ellas responde a otra, y tanto unas como otras son afecciones del compuesto». La segunda proposición dice: «Quienen tienen tales pasiones del alma tienen tales accidentes en el cuerpo». La tercera: «quienes tienen tales accidentes en el cuerpo suelen tener también tales pasiones e inclinaciones del espíritu».

[Cuestión. Si la fisionomía es un conocimiento real]

Pero la palabra fisionomía ofende el oído de algunos, pues creen que se trata de una de esas artes de brujería y prohibidas por ley, que se pretenden conocedoras de las contingencias particulares futuras, y la cuentan por tanto entre las artes supersticiosas, no considerándola menos vana ni menos falsa que la quiromancia, la geomancia, la metoposcopia o cualquier otra semejante, pues dicen que es imposible para el hombre indagar y conocer los sentimientos íntimos del espíritu humano, solo conocidos por Dios.

[Solución]

Esta cuestión encuentra fácil respuesta, pues la fisionomía discrepa y difiere enormemente de aquellas disciplinas prohibidas y desmiente los argumentos aducidos en su contra. Pongamos que existen dos tipos de contingencias particulares futuras, uno general y con causa, otro particular y sin causa, salvo causa accidental: la fisionomía se ocuparía del primer tipo de contingencias, y el segundo no lo tocaría.

Además, de entre las cosas del alma o nacidas de ella, algunas tienen señales en el cuerpo, y es de estas de las que se ocupa la fisionomía; las que no tienen ninguna señal, como los pensamientos y los usos adquiridos, la fisionomía no las reconoce. Además, esta ciencia no afirma nada certero sobre aquello de lo que trata, ni se limita a un tiempo o a un lugar determinados; sino que, por regla general, dice que las cosas suelen suceder de una manera en los inidividuos con unas señales, si bien nada impide que también suceda lo contrario.

Repliquemos a las críticas que por fisionomía se entienden dos cosas: una es la que se rige por las señales naturales y trata de las inclinaciones y pasiones de todos los hombres, comunes al cuerpo y al alma, y esta no está prohibida por las leyes; la otra es la que propiamente se denomina metoposcopia, que estudia las líneas de la frente y los rasgos del rostro, como hace la quiromancia con las líneas de las manos; y estas dos últimas merecen idéntica condena, y por dos motivos: uno es que no ofrecen ni pueden ofrecer una causa necesaria o probable de sus predicciones; el otro es que se dicen capaces de predecir algo cierto acerca de las contingencias particulares que dependen de la voluntad de Dios o de los hombres, como que uno será cardenal, que otro será encarcelado en tal mes o que otro será herido con puñal o con piedra, lo cual es, como ya se ha dicho en otro lugar, imposible de conocer, pues no existe antes de suceder; y si en alguna ocasión estos hombres diesen en adivinar correctamente y en decir la verdad, por cada vez que una única verdad se acordase a la predicción han de esperarse mil mentiras.

[Cuál es la acción de la fisionomía]

El fisónomo no se ocupa de lo que depende de la voluntad de Dios o de los hombres, ni indaga las acciones de los hombres, sino que solo conjetura acerca de cómo pueden estar dispuestas las facultades de un alma siguiendo las señales que se dejan ver en el cuerpo.

[Objeción]

Mas dirás: «también la metoposcopia y la quiromancia contemplan las señales del cuerpo y deducen a partir de ellas lo que ha de suceder». Respondo yo que las señales fisionómicas, por regla general, pueden surgir y ser demostradas a priori por los principios internos que conforman al individuo, mientras que las señales quirománticas se producen por accidente, y no nacen de los principios del individuo ni pueden ser fundamentadas de ninguna manera, prueba de lo cual es que son mutables y no se conservan por siempre. Por ello, en la fisionomía se rechazan las señales que no permanecen por siempre, y no se les concederá confianza alguna. Por otra parte, el postulado de los quiromantes y metopomantes se fundamente en el hecho de que las señales de la mano y de la frente se transforman: ahora bien, nadie ignora que las líneas de las manos no nacen de la contracción de estas ni del pliegue de su piel, mientras que las de la frente, la única piel móvil de nuestro cuerpo, sí se deben a su movimiento.

Camillo Baldi